Diego Rivera, el más culto y formado de aquellos pintores, procedió en aquella tarea con un método que llevó a tratar sus temas derivándolos frecuentemente hacia la evocación anecdótica o histórica, con alusiones en las que la ternura y sarcasmo se mezclan, para dotar a sus murales de la eficacia didáctica perseguida.
Diego Rivera: La noche de los pobres
Siqueiros, el más revolucionario de los tres (y el de tendencia artística más avanzada) prefirió emplear su estilo que exalta particularmente los valores gesticulantes de la expresión.
David Siqueiros: Los revolucionarios.
Orozco, en aquella actitud de rebeldía, mostrose innovador sin creer necesario insistir en una irreverente negación al arte anterior. “No es necesario hablar de la tradición –son sus palabras-. Ciertamente, hemos de ponernos en fila y aprender nuestra lección de los maestros. Si hay otro camino, no ha sido aún descubierto.” Y añadía: “Pero estamos orgullosos de decir, ahora: Esto no es imitación; éste es nuestro propio esfuerzo, hasta el límite de nuestras fuerzas y experiencia, con toda sinceridad y espontaneidad.”
José Clemente Orozco (Zaplatán, Jalisco, 1883 – Ciudad de México, 1949): La trinidad: campesino, obrero y soldado (fresco mural en la Escuela Nacional Preparatoria México D.F.).
Este fresco se pintó en 1923, un año después de que su autor pintara, en el mismo lugar, otro mural digno de ser considerado como una obra maestra: La trinchera.
José Clemente Orozco: La trinchera.
Extraído de Cien Obras Maestras de la Pintura. Salvat.
Enlaces relacionados
spin.com.mx/ilustrado/murales/introduccion. html
http://www.e-mexico.gob.mx/wb2/eMex/eMex_La_pintura_mural_mexicana
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