sábado, 27 de junio de 2009

BODA CAMPESINA

Pieter Brueguel, El Viejo.

(De: Historia del Arte - “El Grand Tour de la Herman Wendy”-  Folio)

Si yo fuera lo bastante arrogante para querer someter a alguien a una prueba moral, ésta es la obra que elegiría. En un primer nivel, se trata de una representación cómica. Muestra la celebración de una boda donde prácticamente todos son feos, brutos y rechonchos, y engullen ávidamente la comida. Aparece una novia ridícula, cuyo rostro gordo y fatuo irradia una amplia sonrisa de complacencia. Sin embargo, si sólo tenemos en cuenta la vertiente cómica, estamos pasando por alto el punto de vista de Brueguel. Como gran artista que fue, mantiene en equilibrio los dos niveles: el superficial, representado por las bufonadas de los campesinos y el profundo, representado por la tragedia de que la pobreza reduce a los seres humanos a tales estrecheces en la vida.

Me molesto mucho cuando oigo hablar de la glotonería que se representa en esta pintura. En niño que esta rebañado con tanto fervor el cuenco no es un glotón, sino que esta hambriento, el hombre de la gaita, que mira con avidez la tabla de comida, es una de las imágenes más expresivas en el arte: Es un hombre hambriento. La comida que ansía, el gran festín, ¿En qué consiste? En platos de gachas de avena o natillas, servidas en caballetes, exquisiteces solamente para aquellos que son pobre de verdad.

 La pequeña novia ridícula es también desgarradora, tan inocentemente emocionada por ser el centro de la fiesta, con una corona de papel colgando ladeada sobre su cabeza. Uno busca en vano al novio, que es parte del tema de Brueguel: no es una boda en nuestro sentido, no es una boda de amantes y amigos. El hombrecillo de rostro enjuto con el cuello de piel es probablemente el abogado que ha llevado a cabo este contrato. La novia está interesada y emocionada con  la boda en sí misma, con la ceremonia, y no con el novio al que apenas debe conocer. De hecho, ella va a cambiar un trabajo de esclava en la granja de su padre por un trabajo de esclava en la de su marido, con la excepción que ahora trabajará tanto durante el día como durante la noche. Sus expectativas son tan penosas y todos los rostros de los comensales que llenan la escena carecen hasta tal punto de belleza, que Brueguel siente una especie de airada piedad.

 Muchos se pregunta quién es y que está haciendo el hombre bien vestido que se halla en el extremo derecho de la escena. Creo que representa al observador, al hombre educado y acomodado que no se da cuenta de su responsabilidad ante la pobreza. Aquí parece que se esta confesando con un sacerdote,  que el artista debió de sentir como la única repuesta apropiada. Este hombre somos nosotros: usted y yo.