sábado, 16 de julio de 2011


Los fusilamientos del tres de mayo de 1808.


A medida que se hacía mayor, la visión artística de Goya se oscureció, como si los horrores de la invasión napoleónica de España le hubieran convencido de que el siniestro zumbido que siempre había sentido durante su vida fuera dicho objetivo. Le afectó profundamente el alzamiento popular del dos de mayo de 1808 contra los franceses, y lar brutales ejecuciones que tuvieron lugar al día siguiente. Pintó ambos eventos la rebelión y sus trágicas consecuencias, aunque nadie contempla dos veces el mismo cuadro. Es como si la insurrección, la torpe violencia no le conmovieran. Cuando ide{o la composición del cuadro, lo hizo de una sola manera intelectual. Los disparos de los rebeldes, sin embargo, poseen una fuerza enorme.


El dos de mayo de 1808 en Madrid o La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol.


El tres de mayo es uno de los grandes iconos de la crueldad y del valor humanos. (Goya pudo no haber sentido empatía por los que luchaban, pero si la sintió por los muertos). Pintó en el cuadro una especie de crucifixión, sugerida visualmente por los brazos extendidos de una de las víctimas, y el artista involucra al espectador, no sólo con el ejecutado, sino también con los ejecutores. Estos últimos se han convertido en una horda sin rostro, en máquinas para matar, en lo que todos podemos transformarnos si no actuamos con responsabilidad. Las víctimas poseen una majestad terrible, sus rostros están retratados con gran vitalidad u los muertos son inquietantemente reales. No pueden huir a ninguna parte, están atrapados: los cadáveres, a un lado, los grupos que esperan morir, en el otro; detrás, una elevada colina, alrededor, la oscuridad y, en frente, los autómatas anónimos apuntando con las armas. Gente real, en una trampa real, pero que al menos logra poner a salvo su individualidad. El pelotón de armas francés se encuentra en una trampa peor, porque la obediencia a las órdenes ha anulado su voluntad.


El tres de mayo de 1808 en Madrid o Los fusilamientos del tres de mayo.


La figura central que recibe los disparos y se niega a morir mansamente, defendiendo sus derechos como persona, es una imagen que emerge de lo más profundo del alma de Goya. La inexorable trampa de crueldad y sufrimiento era algo que él conocía muy bien y su genio reside en hacer que el público también lo conozca. Uno se siente atrapado por la escena, no se puede pasar de largo ante ella con indiferencia, esos rostros agónicos se lanzan sobre nosotros, y del mismo modo que ellos están atrapados, nosotros también lo estamos. Compartimos su angustia porque es una de las más terribles y conmovedoras descripciones de la destrucción y del heroísmo de los que todos somos capaces.

Tomado de Historia del Arte - “El Grand Tour de la Herman Wendy”. Folio.